Clic aquí para poner guiones al final de línea. | Click aquí para modo nocturno |
No se establece una dictadura para proteger una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura. ~Orwell
Eloy Alfaro jamás ganó una elección. Ni se presentó jamás: llegó al poder dos veces a través de la violencia.
Luego, con el poder en la mano y sus enemigos muertos / presos / exiliados, armaba una Asamblea Constituyente, que lo “elegía” presidente y le daba una constitución a su gusto. ¿Es justificable llamarlo dictador?
Protagonizó ocho distintos golpes de estado, tanto contra gobiernos conservadores como contra gobiernos liberales. ¿Podemos llamarlo golpista?
Si no eran de su agrado las decisiones que tomaba un gobierno liberal, Alfaro convocaba a sus montoneros y marchaba sobre la capital. Lo suyo no era el debate democrático, convencer de sus tesis al electorado. ¿Podemos llamarlo antidemocrático?
Era egocéntrico: creía que sólo él sabía lo que convenía al país, por eso llegó a organizar golpes de estado contra los liberales Lizardo García, que aplicaba cabalmente la agenda liberal, y Emilio Estrada, que rehusó hacer de “títere” de Alfaro.
Sí, hizo reformas: separación de iglesia y estado, libertad de cultos, etc. Pero ¿acaso esas reformas no se hubieran hecho eventualmente sin necesidad de sus dictaduras? ¿Acaso los ecuatorianos jamás hubiéramos evolucionado a ideas más liberales, sin que nos las impongan a sangre y fuego?
Al Che Guevara le atribuyen la frase: «La revolución no es una manzana que cae cuando está madura. Tienes que hacerla caer». ¿Cuántas personas deben morir para que la sociedad evolucione “más rápido”, al gusto del revolucionario? ¿La “visión” del revolucionario es más importante que la vida de esas personas?
«No se puede hacer una omelette sin romper unos cuantos huevos», suelen citar los revolucionarios para justificar su auto-designación para decidir quién vive y quién no. ¿La vida de algunas personas vale “un huevo”, y el revolucionario es el cocinero?
¿Acaso sin dictadura no se hubiera terminado una obra tan importante como el ferrocarril, que inició García Moreno?
¿Era necesario matar y encarcelar a los representantes legítimamente elegidos por los ecuatorianos?
¿Era necesario destruir imprentas de quienes lo criticaban?
¿Era necesario encarcelar, desterrar y confiscar la propiedad de quienes querían que terminara su dictadura?
¿Era necesario hacer fraude electoral para lograr que su sucesor elegido “a dedo” llegue al poder?
¿Era necesario retomar la violencia cada vez que los ciudadanos elegían un camino que no era del gusto de Alfaro?
¿Era necesario encarcelar, desterrar y asesinar opositores para hacer obra pública?
¿Era necesario crear una policía secreta que investigara a los opositores, los detuviera y asesinara sin juicio?
¿Era necesario tener hordas de garroteros que torturaban y asesinaban a los opositores, a sus familias, a los estudiantes que se manifestaban en la calle?
¿Era necesario ejecutar sumariamente a quienes intentaron un tiranicidio, pese a que Alfaro mismo había abolido la pena de muerte?
Eloy Alfaro ya no se ve así como “el mejor ecuatoriano”, ¿verdad?, como fue elegido hace unos años, en un desconcertante despliegue de ignorancia. No es un ejemplo de convivencia ciudadana. Su credo político era la violencia.
Si bien fue bárbaro el destino que Alfaro sufrió, no es menos comprensible ya que sus ejércitos habían muerto a miles de hijos de familias capitalinas, incluso salvajemente a machetazo limpio, a manos de montoneros. En Cuenca también lo odiaban, probablemente hubiera sufrido un destino similar. Los mismos liberales veían en Alfaro un personaje desestabilizador e impredecible. Las revoluciones devoran a sus propios hijos…
La cuestión subyacente es: ¿es lícito emplear la violencia para llevar a cabo una agenda “progresista”, castigando con prisión y muerte a quienes no estén de acuerdo con esos medios violentos?
Esa distinción es importante. Podemos estar de acuerdo en la meta, mas no con los medios; ¿es lícito que alguien imponga su “plan de trabajo” a machetazos?
¿Acaso en democracia es aceptable que un político crea que tiene la razón al 100%, hasta el punto de creerse “legitimado” a matar a quienes se opongan a sus planes, y apropiarse del poder sin haber sido elegido?
En otras palabras: ¿el fin justifica los medios? ¿Puedo usar la violencia para hacer el bien?
Eso suena muy filosófico. Un ejemplo concreto: ¿puedo matar al que se niega a alimentar al pobre, para apropiarme de sus bienes y así alimentar al hambriento? Pues en eso consiste elegir un medio malo para tratar de conseguir un fin bueno.
Si un pueblo elige gobernantes que, en mi opinión, empeorarán su situación, ¿tengo derecho a deponer ese gobierno y obligarlos a obedecerme?
¿Es lógico “liberar” a un pueblo de un régimen conservador elegido en las urnas, e inmediatamente negarle a ese pueblo el derecho a su autodeterminación, aferrándome al poder? Claro que no.
La conclusión no es sólo moral (el fin no justifica los medios), sino práctica: Los frutos de medios malos no serán buenos.
El fruto de la violencia y la tiranía no es la paz, pese a las “buenas intenciones” que afirmen tener esos políticos dados a la violencia…
Por malo y criticable que haya sido el sistema conservador, era democrático a la usanza de entonces, lo cual no puede decirse de las dictaduras de Alfaro.
Si el liberalismo tenía acogida popular, ¿por qué no se lanzaba a elecciones? Si no tenía acogida, ¿qué legitimidad tenía para imponerse por las armas?
El alfarismo es la justificación del uso cotidiano de la violencia en la vida ciudadana. Es, por lo tanto, inaceptable.
Fuente: History of Ecuador, por George Lauderbaugh, Greenwood 2012.