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Digámoslo de entrada: innegablemente hubo corrupción por parte de los banqueros en los años ’90; con demasiada facilidad prestaban dinero a sus empresas vinculadas.
Pero el desplome en los precios del petróleo del año ’97 —a la mitad de su precio—, sumada a la destrucción de todas las cosechas e infraestructura en la costa por inundaciones —volviendo incobrable la cartera de crédito agrícola de muchos bancos—, hubiera quebrado al país de todas maneras.
Ya mencionamos el desplome del petróleo a la mitad, que desfinanció al estado, induciéndolo a la emisión inorgánica de moneda para cumplir con sus compromisos.
El monto de las pérdidas ocasionadas en Ecuador por el fenómeno de El Niño se estima en alrededor de $2.900 millones, ¡que equivale al 15% del PIB de la época! (¡y al 46% del presupuesto general del estado en 1998! Como si por ejemplo el terremoto del año pasado hubiera costado al país 13 mil millones de dólares) Destrucción de riqueza que sin duda iba a frenar la economía. Muchos bancos habían financiado cultivos que desaparecieron.
No olvide también la plaga de la mancha blanca en el camarón, que ingresó en 1998, llegando a afectar cerca del 90% de las piscinas y que en solo un año redujo un tercio las exportaciones de camarón para el año 2000.
Súmele la plaga de la Sigatoka negra, que obligó a reducir casi a la mitad las exportaciones de banano para el año 2000...
¡Y por si todo eso fuera poco!, recuerde el conflicto con el Perú en 1995, que habrá significado alrededor de un 10% del PGE de la época...
¡Definitivamente, la tormenta perfecta! Dudo que nadie pudiera haber navegado esa época sin sufrir esas ingentes pérdidas. Hay épocas en las que todo sale mal, y no hay talento que valga.
En resumen, las causas inevitables de la crisis económica fueron: 1) Conflicto con el Perú; 2) caída del precio del petróleo a la mitad; 3) Fenómeno de El Niño; 4) Mancha Blanca en el camarón; 5) Sigatoka en el banano; causas todas ellas fuera del control humano.
Se entiende que el salvataje le costó al estado alrededor de $1.500 millones de dólares que no iba a recuperar de bancos quebrados. (Sin embargo, se “infla” el costo total de las pérdidas por el feriado bancario hasta a $8 miles de millones de dólares, sin demasiadas explicaciones; el informe de la comisión nombrada por el pdte. Correa para investigar la crisis bancaria habla de «costo de oportunidad». Es decir, “lo que pudo haber sido”, que cae un poco en el dominio de la imaginación y fantasía. Recordemos que ingentes pérdidas eran inevitables por los fenómenos naturales ya indicados; no toda pérdida debe atribuirse a malos manejos de banqueros.)
Tarea difícil pedirle al lector ecuanimidad al tratarse de banqueros, pero insistimos en que no todas las pérdidas son atribuibles a las trapacerías de los banqueros. Recuerde todas las tragedias antes mencionadas.
Tome en cuenta que en los meses anteriores a la crisis la cartera vencida de los bancos ya se había cuadruplicado; ¡la cartera vencida en moneda extranjera se multiplicó por nueve! Durante todos los trimestres del año 1999 el sistema bancario experimentó pérdidas.
En esos dos años nefastos, ’98 y ’99, la reserva monetaria del país se redujo a la mitad.
Vea cómo evolucionó el PIB a finales de los años ‘90 con tanto maltrato:
Antes hubiera creído que lo mejor hubiera una solución drástica: permitir que los bancos quiebren y que judicialmente en concurso de acreedores se haga justicia.
Para bien o para mal, la solución elegida por el poder en ese momento fue distinta: que el estado absorba los bancos quebrados y se responsabilice de pagar a los depositantes.
Según los cálculos, el monto total debido al estado por los bancos rescatados (incluyendo lo debido por los autodenominados “deudores de buena fe”, es decir, los no vinculados a los bancos) sería de alrededor del 1% del monto manejado por la revolución ciudadana en estos diez años; el boom petrolero sería como una “compensación del destino” por lo padecido en la década anterior. Dinero más que suficiente como para cerrar esa página oscura de la historia.
Haciendo malabares con la información disponible, podría afirmarse que un tercio de los deudores son los autodenominados “de buena fe”, que simplemente vieron destruida su inversión y se vieron incapaces de devolver los préstamos. Según otras cifras, los créditos vinculados serían entre un tercio y la mitad de los incobrables. Lo sé: las cifras no suman, es verdad.
Adicionalmente ha de tomarse en cuenta que en un país pequeño como el nuestro —y más aún en esa época, cuando el PIB era alrededor de la quinta parte de hoy— el sector productivo era mucho más pequeño, y hubiera sido poco razonable esperar que "banqueros y productores" no se conocieran entre ellos, o que no tuvieran relaciones de parentesco, o propiedad accionaria común, etc.
Es innegable que algún porcentaje de los préstamos vinculados iba destinado originariamente a negocios reales —es decir, no necesariamente a saquear al banco—; negocios que por todo lo mencionado no prosperaron. De no haber habido sigatoka, mancha blanca, El Niño etc., probablemente muchos de esos préstamos su hubieran pagado normalmente.
Una vez declarado el feriado, y conocida la intervención estatal con “mano pesada”, no hay que ser ingenuo y prever que los banqueros y productores lo habrán considerado como open season para tratar de deshacerse de deudas, pérdidas y patrimonios negativos.
Probablemente el verdadero problema fue la licuefacción de la moneda, que causó que los ahorros de tantos —y las deudas de otros— se redujeran a una fracción de su valor. Sin embargo, hay que recordar que, por esa misma razón, el país ya estaba parcialmente dolarizado: arrendamientos se pactaban en dólares, y había bancos que tenían cuentas de ahorro en dólares y UVC (Unidades de Valor Constante, que se suponía no se desvalorizaban con la inflación).
En este aspecto, ¿no vale agradecerle al tan satanizado banquero Guillermo Lasso, que sirvió bien a sus clientes en el banco de Guayaquil, facilitándoles el ahorrar en dólares y proteger el valor adquisitivo de sus ahorros? No olvidemos que el Banco de Guayaquil no quebró, ni necesitó ser salvado por el estado.
Es una tragedia si alguien no estaba lo suficientemente enterado como para saber que le convenía convertir sus ahorros de sucres a dólares; pero sería una negligencia imperdonable haber invertido en bancos riesgosos en una moneda débil sólo porque pagaban una tasa de interés elevada. Quien haya hecho eso ha sabiendas, experimentaría la consecuencia de sus actos pocos meses después.
Por supuesto que no ayudó a la solidez de los bancos el que se haya introducido un impuesto del 1% a las transacciones bancarias.
Siempre será discutible la vía elegida. Pero es innegable que el estado, con la bendición petrolera, ha recuperado ya todas las pérdidas que asumió, y mucho más. All’s well that ends well. El estado, aunque quizá sin proponérselo, cumplió con su función declarada de servir a la sociedad.
Por ello, las deudas restantes deben ser condonadas y así el país podrá finalmente pasar la página.
Termino dándole la palabra a Andrés Castillo, que publicó en su blog “En su tinta”:
Hoy muchos de ustedes me han de putear, les dará vinagrera el leerme; otros me dirán: ¡que bruto póngale cero! Otros reflexionarán sobre mis dichos y a lo mejor tibiamente me darán la razón, otros guardarán con celo este artículo para sacármelo algún día que quiera ser medio importante para impulsar el escándalo y, otros, viéndome con ojos de cariño, simplemente dirán así mismo es ese orejón; pero, créanme, estoy firmemente convencido de que un hombre que en realidad se reconoce libre dice lo que piensa sin temor al linchamiento y es justamente lo que haré hoy.
Voy a decir mi verdad: sí, es cierto, [Mahuad] cometió errores y no pocos, pero me pregunto ¿qué otro camino quedaba? ¿Dejar que el sistema quiebre y que cada banquero se entienda con sus clientes? ¿Dejar que la inflación nos coma y vivamos como en Venezuela?¿Mandar a la silla eléctrica a los banqueros y que la gente se joda? Estoy convencido de que cualquier presidente debía actuar de manera similar cortando la mano para salvar el brazo.
Si tan malo fue ese ex gobernante ¿por qué seguimos disfrutando de sus medidas? ¿Por qué a nadie se le ocurre seguir guerreando con el Perú, por qué siguen cobrando sus bonos mes a mes , por qué a nadie se le ocurre tener otra moneda que no sea el dólar? Simplemente porque fueron medidas tomadas con porte de Estadista y no como novelero del momento. Mahuad sacrificó su carrera política, se suicidó políticamente y por dignidad jamás volvió a decir esta boca es mía. No ha hecho, como otros, apología de sus errores y se ha seguido mostrando como salvador de la patria, gobernó mal para unos, bien para pocos, inteligentemente para mi, pero nunca más volvió a mostrarse como opción y eso es un mérito.
Hace tiempo le daba este mismo argumento a mi mamá y ella lo que atinó a decirme es: “Chuta hijito, harás el favor de no ir a decir eso en la calle, te han de linchar!”