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Diagnóstico y cura para el IESS

Recuerda que no hay medicina sabrosa.

tl;dr:
1. Aumentar edad de jubilación.
2. Aumentar porcentaje de aporte, del 20,6% de ingresos a por lo menos el 40%.
3. Ver la jubilación como un complemento para no caer en pobreza, y no como el ingreso principal.
4. Work ’til you drop! Vivir de la jubilación no será sino un sueño para las nuevas generaciones, que deberán trabajar hasta el último día de sus vidas.
5. Es necesario quitarle monopolio al IESS si se niega, o es incapaz, de mejorar.
6. ¡Cuidado con lo que deseas! Lograr un estado de bienestar funcional podría condenar a las masas a la pobreza.


El IESS está quebrado. No hay otra forma de ponerlo. No hay cómo dorar la píldora. La Asociación de Actuarios y la OIT [V.] lo ponen así: se requeriría entre TODO el presupuesto del estado de un año entero, y TODO lo que produce la economía ecuatoriana en un año entero —TODO— para cubrir el déficit del IESS. Eso es simplemente impagable. Mientras más pronto lo aceptemos, mejor.

Si no se hace nada, en un lustro [V.] ya no habrá dinero suficiente para pagar a todos los jubilados. Las pensiones jubilares se duplican cada cinco-seis años aproximadamente [V.]

Ante esta grave situación, aquí tiene el lector diagnóstico de los problemas del IESS con sus posibles soluciones.


1. El IESS fue concebido como “seguro”, no como “derecho”. Nues lo mismo, nies igual.

Como ya explicamos en otro lugar:

La jubilación a los 65, ¿un mero ensueño?
Desde que en 1935 Roosevelt fijó la jubilación a los 65 años, esa edad se ha convertido en la esperanza de quienes desean al fin descansar, cosechando los frutos de una vida de trabajo.
Pero en 1935 la esperanza de vida era de tan sólo 60 años: la mayoría de trabajadores moriría antes de poder jubilarse. El sistema se había diseñado suponiendo que la mayoría de los afiliados no demandaría la jubilación.
En el Ecuador de hoy, con una esperanza de vida de más de 73 años, de acuerdo con el plan original de Roosevelt la jubilación sería ¡casi a los 80 años!
Los problemas actuariales del IESS se parecen a los de una lotería en la que la mayoría de concursantes empiezan a ganar los premios.
Durante toda la historia, el destino del hombre ha sido trabajar “hasta que el cuerpo aguante” para arrancarle a la naturaleza su sustento. Ese sueño moderno de vivir la vejez sin trabajar, aparte de una anomalía histórica, tal vez sea una expectativa poco realista.

A lo largo de los años, con el aumento de la expectativa de vida y mejora de las condiciones de salud de la población —quien llegaba a los 65 hace cien años, habrá sido “hecho leña”, con muy mala salud y prácticamente en invalidez, y probablemente ya no podría trabajar útilmente— la gente ahora espera jubilarse; pero el sistema no ha sido diseñado así, como “derecho”; un sistema de seguro supone que la mayoría no recibiría el beneficio.

Se observa también que probablemente el sistema haya sido desarrollado mal desde el inicio, pues quizá se calculó mal la expectativa de vida de la gente. Era de 60 años, pero debido a mayor mortalidad infantil el promedio estaba siendo “arrastrado hacia abajo”; una vez superada la infancia con el mayor riesgo de mortalidad que conllevaba, no estaba condenada una persona a morir a los 60; probablemente viviría más de los ’70, como decía el salmista alrededor de 1400 años antes de Cristo: «La duración de nuestros años es de setenta, y ochenta en los más robustos; pero en su mayor parte no son más que penas y vaciedad, porque pasan veloces, y volamos» (Salmo 90, 10). Indudablemente el hombre de la primera mitad del siglo XX no iba a tener menor expectativa de vida (una vez superada la infancia) que el hombre del siglo XIII a.C.!

Así que muy seguramente el sistema nació mal calculado, con una expectativa de vida poco realista e infravalorada; no es de sorprenderse que en todas partes esté desfinanciado.


Solución: Si queremos que IESS sea, ya no tanto seguro, sino un derecho, deberemos hacernos a la idea de pagar más; así como costarían más unas rifas donde la mayoría de billetes tienen premio.

Asimismo debe pensarse en subir la edad de jubilación hasta los 70 años, por lo menos. Idealmente más; recordemos que es un seguro, no un “derecho”. Esto no tiene por qué hacerse “de golpe y porrazo”; bien puede hacerse paulatinamente, pero pronto: por ejemplo, un año más para cada lustro: los que cumplan 60 en 2023, ok se jubilan a los 65; los que cumplan 55, a los 66; 50, a los 67; 45, a los 68; 40, a los 69; 35, a los 70; 30, a los 71; 25, a los 72; 20, a los 73; 20, a los 74; y los que cumplan 18 en 2023, se jubilarían a los 75.

Asimismo, probablemente hemos de renunciar a la idea como tal de “retirarnos” y vivir de la jubilación; ella probablemente sólo sirva como complemento al ingreso laboral. Volveremos al “work ’till you drop,” “trabaja hasta morir”. Ése siempre fue el sino de la humanidad; las últimas décadas sólo habrán sido una anomalía, al menos hasta que descubramos alguna fuente casi inagotable de recursos.


2. El IESS, como tantos otros sistemas, es de reparto. En teoría, el trabajador ahorra para poder jubilarse dignamente; pero en realidad los sistemas de reparto usan el dinero que entra para pagar las jubilaciones actuales, y se ahorra muy poco para las futuras.

Esto es muy común en los sistemas de seguro del mundo, y una bomba de tiempo porque cada vez hay más ancianos y menos jóvenes. Un sistema así NO es sostenible, y colapsará tarde o temprano. Los gobiernos tratarán de mitigar la falta de ahorros imprimiendo dinero, pero así como cortar la pizza en más pedazos NO hace que haya más pizza, devaluar el dinero con que se paga las jubilaciones sólo logrará entrar en una espiral inflacionaria.

Idealmente el ahorro de trabajadores debería invertirse en bonos de empresas que cotizan en bolsa, donde fácilmente se obtiene un ~8% de rentabilidad anual; así las empresas adquirirían fondos para crecer, y generar más empleo para los trabajadores, que a su vez invertirían en ellas etc., en un círculo virtuoso, una simbiosis. En cambio lo que hay, es que gobierno obliga a IESS a prestarle dinero, y se la gasta inmediatamente (NO la invierte en crear negocios), con lo cual los ahorros se ponen en riesgo —¿algún día el gobierno devolverá lo prestado?— y la economía de un país NO crece como pudiera, porque los ahorros se gastan en vez de invertirse.

Solución: Debemos aceptar la idea que probablemente sea necesario aportar más: para costear las jubilaciones actuales —no vamos a romper las promesas hechas a los boomers— y hacer provisiones suficientes para el futuro. Asimismo no prestarle un centavo más al gobierno, e invertir en bonos de empresas que coticen en las bolsas de valores (los bonos son pagarés, NO son acciones, y su valor generalmente no fluctúa tanto).


3. Si no se toman decisiones duras, la única “solución” es la desdolarización e inflación. La gente ignorante cree que el estado tiene “dinero infinito”, como el banco del juego Monopoly. Y sí; en teoría tiene dinero infinito. Pero a costa de desdolarizar, y devaluar.

Si algún tonto no ve los efectos de usar la herramienta del “dinero infinito”, recuérdenle Venezuela. Toda la sociedad se destruye cuando se destruye la moneda. Toda. Esto no es una hipérbole. Para ver los efectos de la inflación en montón de índices de bienestar que parecerían no tener relación alguna, véase WtfHappenedIn1971.com

Es volver a la espiral decadente de antaño: devaluaciones constantes, “dólar que sube”, salarios que cada vez compran menos, etc. NO se puede “crear pizza de la nada” con tan sólo cortándola en más pedazos; NO se puede crear prosperidad sólo imprimiendo dinero.

Solución: Enfrentar el debate con adulta seriedad y resignación, y hacer implacable bullying a los boomers ridículos cuando salgan con sus eslóganes irracionales y atrasapueblos. Necesitamos generar recursos con ideas; los eslóganes NO generarán prosperidad.


4. Eslóganes boomer efectistas NO resuelven los problemas; más bien los agravan, al reducir el IQ de la población, al congelar el pensamiento.

Eslóganes como “los dineros de los afiliados son sagrados”, “la jubilación es un derecho”, “los derechos del trabajador son irrenunciables, intangibles e imprescriptibles”, etc., NO generan los dólares que hacen falta; y cierran las mentes a los problemas y sus soluciones.

Mención especial al ex pdte. Correa por llegar a la aberración de, literalmente, ordenar a los diarios publicar sus opiniones personales en portada [V.], enrareciendo el debate que ya era impostergable hace 7 años, y posponiendo sus soluciones.

(Y siendo él quien agravó los problemas del IESS, al retirarle aporte estatal del 40% y al ponerle como director a Ramiro González, que lo llenó de pipones).

Solución: Aceptar que los problemas están ahí, que es necesario tener conversaciones incómodas como país, y que atrincherarse en eslóganes irracionales NO hará aparecer los dólares necesarios que resolverían el problema.


5. El IESS debe ser rentable sin el 40% de aporte estatal. Primero, porque parte de la premisa boomer que “el estado tiene bolsillos infinitos, nunca le faltará dinero, puede nomás darle al IESS lo que necesita”, lo cual es totalmente falso, pues a duras penas el estado ecuatoriano logra pagar sueldos de una nómina elefantiásica mes a mes; y segundo, porque es injusto e inequitativo que estado subsidie a una minoría de la población que tiene mejor situación económica (⅓ de trabajadores con empleo pleno), mientras que la mayoría de descamisados que gana ~$130 al mes no tiene ningún tipo de seguro de salud, ni de accidentes, ni jubilación etc.

Solución: los cálculos que se hagan deben crear un sistema sustentable sin ese 40%. Es más: debería ya dárselo por perdido; el gobierno no va a seguir dando ese dinero porque simplemente no lo tiene; no recauda suficiente, y por más que se saquen sentencias en tribunales, NO se producirán los recursos necesarios a largo plazo.


6. Los actuales jubilados NO han aportado por los beneficios que tienen. Sus aportes en sucres se licuaron con la inflación de la crisis de cambio de siglo; llevamos recién 22 años de dolarización, así que no temo errar cuando afirmo que ningún jubilado en Ecuador ha aportado lo suficiente para los beneficios que recibe; simplemente ha transcurrido muy poco tiempo, y la suma de dólares acumulada NO alcanza para costear sus beneficios.

Entonces, ¿de dónde sale el dinero que reciben? Simple, de la generosidad del contribuyente, que estuvo de acuerdo con que las jubilaciones al dolarizar eran irrisorias; el pdte. Correa las aumentó, pero ha de quedar claro que eso es fruto de la generosidad, y NO de los aportes que han hecho, que se devaluaron con el sucre. Pero un sistema NO puede depender de la generosidad del erario, que NO es ilimitada; el sistema debe ser sustentable por sí mismo.

Solución: Asegurar a los jubilados que sus beneficios seguirán intactos, a lo sumo beneficiados con ligeros incrementos indexados por la inflación; pero debe hacérseles entender que ellos NO son interlocutores válidos en el debate, por que NO son stakeholders, ellos NO han contribuido para los beneficios que reciben, y tampoco suelen contribuir con ideas útiles para sustentarlo; suelen intransigentemente defender su interés económico con eslóganes y frases hechas, huelgas de hambre etc., y al diablo el sistema para las generaciones venideras.

Una peculiar connotación de maldad tiene esa generación que se gastó los recursos de las venideras a través de contraer una enorme deuda, que les heredarán, y para más inri, pretender tener voto sobre los magros ahorros de las nuevas generaciones. De ahí la necesidad de romper el monopolio del IESS: los jubilados actuales saben que sus intere$e$ económicos se verían afectados sin el dinero de los jóvenes, y desean apropiárselo y gastárselo en ellos mismos, los jóvenes be damned. Eso es inmoral, parasitario, y debe ser cortado de raíz permitiendo la competencia con el IESS. Los trabajadores jóvenes deben poder montar sus empresas o cooperativas y ahorrar en ellas, sin el yugo de los boomers.

Ejemplo de lo que digo es Henry Llanes Suárez, boomer representate de asociación de afiliados. Ante los problemas [V.]: «Entre tanto, Henry Llanes, representante de la Asociación de Afiliados, Jubilados y Pensionistas del IESS, al ser consultado si ahora, cuando ya han pasado 22 años de la última reforma, sería un buen momento para una nueva reforma en cuanto a edad, considera que no, porque primero hay que poner la casa en orden. Esto es, solucionar los problemas que tiene el IESS en el tema financiero, para luego ver los correctivos. Según Llanes, la propuesta sería que el IESS atienda las necesidades de salud y pensiones de sus afiliados y que las atenciones de salud de quienes no son afiliados: hijos de afiliados hasta 18 años, personas con enfermedades catastróficas, amas de casa, personas con discapacidad, sean atendidos por el Ministerio de Salud».

Básicamente su genial “sugerencia” es no hacer nada, no toquen nada, total, a mí me queda poco de vida, allá verán qué hacen los jóvenes. Es por eso que insisto: los boomers están perdidos; se rehúsan a siquiera conversar; no tienen ideas, sólo repiten y repiten lugares comunes; y como no han aportado suficiente para los beneficios que reciben, no han de ser considerados en los diálogos, pues no son stakeholders.


7. El sistema ecuatoriano recauda poco. En Ecuador se aporta 20,6% del ingreso del trabajador; disimulándolo como “9,45% al trabajador, y 11,15% al empleador”, siempre me he preguntado cómo habrán llegado a esas cifras exactas hasta la centésima, pero la cosa es que todo el sueldo sale al fin y al cabo de lo que haya presupuestado el empleador. Veamos cómo es la cosa en otros países.

En un artículo anterior [V.] vimos que la mayoría de jubilados en Ecuador reciben —gracias a la caridad social, no a sus aportes— más del salario mínimo; es decir, que su situación sería aceptablemente cómoda, mientras que en Chile y otros países reciben generalmente menos. Damos por supuesto que el sistema actual no es sustentable, ni funciona bien, con el 20,6% de aporte de trabajadores; necesita del 40% del aporte estatal, y el susodicho estado no tiene dinero. Y también suponemos, como algo deseable, que el sistema ha de ser sustentable por sí mismo.

En Chile, sistema que la izquierda critica tanto y desea demoler —pese a que es uno de los pocos sistemas sustentables del mundo— se cotiza alrededor de un 26% de ingresos de los trabajadores (V., tomado de aquí) para lograr jubilaciones en general menores al salario mínimo. Si la gente y la izquierda desea jubilaciones mayores sustentablemente el aporte lógicamente ha de ser mayor que ese 26%.

En EEUU, que como sabemos no se caracteriza por su estado de bienestar, los montos varían estado a estado pero consultando paycheck calculators en línea e introduciendo montos aproximados —entre bajos y más cercanos a ingresos promedio— vemos que el estado federal retiene alrededor del 25% del ingreso del trabajador, llegando a alrededor de ⅓ del ingreso en el caso de los high income earners; y como sabemos eso no es suficiente para producir un estado del bienestar ilimitado como anhela la izquierda, o siquiera un nivel de jubilación suficiente para vivir cómodamente en el propio EEUU; de ahí que muchos emigren a latinoamérica para “estirar” la jubilación.

Veamos cómo está la cosa en el viejo continente, la “meca” del estado de bienestar anhelado por la izquierda.

En España un apurado mileurista paga al estado el consabido tercio de sus ingresos, y se acerca a la mitad si es tan sólo un poco más afortunado [V.] y eso no obsta para las sombrías predicciones sobre la sostenibilidad del sistema.

En Francia el sistema es notablemente complejo, pero usando datos de ingreso promedio en una calculadora de cuánto le cuesta a la empresa un trabajador [V.] ¡vemos que el gobierno se lleva alrededor del 44% de lo que la empresa presupuesta! Resultados similares se obtienen de una calculadora de Japón [V.]

En conclusión, todos los países con “estado de bienestar” del primer mundo recaudan porcentualmente más que Ecuador, y aún así sus sistemas enfrentan desafíos para financiarse; es ilusorio esperar que el sistema ecuatoriano funcione bien, recaudando tan poco. Añádasele la corrupción y la mediocridad burocrática…, ¡y póngase el lector a llorar!

Solución: Aumentar el porcentaje de aportación al 30% o 40%; o por lo menos, prevenir al afiliado: «si Ud aporta poco, recibirá poco». Aunque conociendo a mis compatriotas irracionales, pedirán lo imposible e inmoral: recibir mucho habiendo aportado poco, y que la diferencia la paguen “los ricos” a través del estado…


8. El sistema ecuatoriano es esquizofrénico. En todos los países de estado de bienestar, todos los trabajadores aportan a él; hasta el pocillero más humilde que gana el mínimo aporta según sus ingresos. Y aun así el sistema a duras penas se sostiene, con sombríos pronósticos a mediano plazo. Pero aquí somos tan “geños” que queremos algo irracional e imposible: un estado de bienestar ilimitado “y gratis, que lo paguen los ricos”, sin aporte alguno de los trabajadores.

Huelga decir que eso que como país deseamos, no existe ni funciona bien en ninguna parte del mundo. Y resulta desconcertante que nadie lo sepa y continuemos esperando que lo irracional e imposible, funcione.

Solución: Se debe facilitar el ingreso a la formalidad de ⅔ de trabajadores informales, eliminando el salario mínimo para esos nuevos contratos. Si ya ganan ~$130 mensuales en la informalidad, si alguien les ofrece más de $200 más todos los beneficios les está ayudando; mejora su situación económica y les permite acceder al seguro social. 

Asimismo permitir que la gente se afilie voluntariamente al IESS según un porcentaje de sus ingresos reales, y NO excluir a la inmensa mayoría manteniendo un alto porcentaje irreal basado en el salario mínimo artificialmente alto, que sólo gana una minoría.

Al momento la afiliación voluntaria es el 17,6% de los ingresos que no pueden ser menores al mínimo, es decir, casi $80 dólares al próximo año. Pedirle que paguen la mitad de sus ingresos a gente que gana en promedio ~$130 al mes (como es promedio, muchos ganarán menos que eso), es poco realista.


9. Debe incentivarse a la gente a pagar. Es necesario eliminar el “quiero todo gratis y es posible, que lo paguen los ricos” del “sistema operativo” ecuatoriano. TODO cuesta y un buen servicio no será la excepción.

Aquí un boomer [V.] en medio de los lugares comunes a los que nos tienen acostumbrados —“el IESS no está quebrado, está mal administrado“— propone una idea interesante: ampliar el seguro campesino a TODO el mundo. Por supuesto, que hagan la aportación correspondiente; no debe haber beneficios sin aportes previos.

En efecto, sería algo similar al “plan de aseguramiento popular” que intentó Nebot hace 15 años: en esa época le descontaban un dólar a los receptores del bono, más un aporte municipal y estatal y un pequeño copago, se lograba brindar consultas de medicina general y medicamentos de un cuadro básico.

Lamentablemente vino la ola socialista del “todo debe ser gratis, es un derecho humano, que lo pague alguien más” y en medio de boom de commodities eso parecía plausible; pero no debemos construir un modelo que funcione sólo cuando hay boom de commodities. Eso no es sustentable.

Zurdos de la época [V.] se rasgaban las vestiduras que cómo era posible que el plan de aseguramiento popular municipal costara un dólar, si el seguro campesino costaba sólo 4¢… Por supuesto que nunca se les pasa por la mente a los zurdos que es imposible que un sistema así sea sustentable cobrando tan poco.

Cuánto cuesta el seguro campesino ha de ser uno de los secretos mejor guardados del IESS; una publicación de hace seis años [V.] dice que era sólo de $2 mensuales, y con eso podían acceder a una jubilación de $61. Por supuesto, suma irrisoria —los $2— con la cual es imposible financiar nada, pero por algo se ha de empezar.

Digámoslo una vez más porque es necesario grabárnoslo a fuego: en ninguna parte del mundo existe eso de “seguro universal gratuito”; en todos los países de estado de bienestar, todos los trabajadores —hasta el más humilde pocillero— pagan impuestos para costearlo. Desear que sea “gratis y que lo paguen sólo los ricos” es irracional y abocarse a la decepción.

Solución: ampliar el seguro social campesino a TODA la población, dirigido especialmente a los ⅔ de descamisados que, en subempleo y empleo no pleno, ganan tan sólo ~$130 mensuales; que por una suma simbólica —digamos, $5 mensuales, o lo que determinen los actuarios— más un pequeño copago tengan acceso a consultas médicas generales y un cuadro básico de medicinas, y a una jubilación que los extraiga de pobreza extrema ($50 mensuales al momento de escribir esto). Y de alguna manera ha de educarse a la población adulta que ha de ser obligatorio; que parte del “contrato social” ecuatoriano es contribuir a la seguridad social, a la que todos sostenemos, y de la que todos nos beneficiamos.

Que ha de ser obligación de todo adulto ecuatoriano, por más “nini” que sea, de aportar por lo menos con sus cinco, o diez, dolaritos mensuales al seguro social. Seguro más han de gastar en ponerle datos al teléfono, o comprar licor, etc.

Por supuesto por cargas familiares la contribución ha de aumentar; los niños y adolescentes —ellos sí— han de poder recibir atención médica gratuita.


10. El IESS debe dejar de ser un monopolio. Ya conocemos los problemas que tiene desde hace décadas, y nuestros padres irresponsablemente hace 28 años decidieron UNGA BUNGA BOTA TODO NO PARA RECHASAR AL GOVIERNO cuando el entonces presidente Sixto consultó permitir competencia entre compañías previsionales. Es decir, el diagnóstico se conoce desde hace décadas, y a sabiendas no hacemos nada, precisamente por la tonta creencia que “el gobierno tiene ‘bolsillos infinitos’, nunca le faltará dinero al IESS”. Pues esperemos unos cuantos años cuando no todos los ancianitos reciban su jubilación completa y a tiempo.

Debe permitirse entonces la conformación de empresas o cooperativas de trabajadores donde se presten servicios similares a los del IESS, que en realidad no son tan difíciles: 1) reunir ahorros para invertir en bonos de bolsa de empresas, y dar préstamos a los propios afiliados con la garantía de esos mismos ahorros; y 2) dar seguro de salud, que al por mayor seguro se consiguen condiciones beneficiosas. Algunos trabajadores optarán por inversiones más riesgosas, otras por más conservadoras; y cualquier riesgo del sistema estará confinado a las cooperativas específicas; pero ya no será “sistémico“ como el que tenemos hoy en día.

Por cierto, cooperativas de esta índole ya existían a principios del siglo pasado, mucho antes de surgimiento de esquemas centralizados estatales, así que NO es imprescindible que lo haga monopólicamente —y mal— el “ogro filantrópico”.

Otro ejemplo de cómo los boomers están perdidos: Augusto de la Torre preside comisión que analiza soluciones a este problema. [V.] En general es impecable en la presentación de los problemas, pero irracionalmente descarta soluciones privadas. El entrevistador pregunta: «¿Descarta crear AFPs?», y de la Torre responde en la mejor forma boomer: «¡No, no, no, no, no! Creo que a estas alturas del partido, de AFP ya no se debe hablar. Con los problemas de Chile hemos aprendido mucho de lo que no hay que hacer».

El único sistema mundial que era autosuficiente, de riesgos contenidos no sistémicos, que financiaba creación de más riqueza, ¿y este boomer sugiere ni siquiera considerarlo?! ¿Sólo porque la izquierda cavernaria chilena deseaba irracionalmente destruir dicho sistema, precisamente por ser exitoso? Es por eso que digo que los boomers están perdidos, y mientras se empecinen en su irracionalidad, no deben ser considerados interlocutores en el debate público de este problema. Garantizarles de vez en cuando que sus inmerecidos beneficios serán respetados, pero los adultos no tienen tiempo para oír sus lugares comunes.


11. Todo esto probablemente dificulte salir de la pobreza a las masas.“There are no solutions, only trade-offs” decía el siempre excelente Thomas Sowell: «no hay soluciones, sólo compensaciones». Las soluciones cooperativistas de principios de siglo pasado eran voluntarias, y los estados de bienestar fueron construyéndose progresivamente en países industrializados del primero mundo, cuya población ya consistía en una gran clase media. El costo que pagaron por ello probablemente haya sido frenar su crecimiento, como dicen papers al respecto (p ej. V. y también V.).

Lo cual tal vez no sea tan importante en países que ya han logrado ingresos medio-altos —según varios analistas, por encima de los $12k nominales anuales, no PPP—, en esos niveles de ingresos pueden darse el lujo de ralentizar su crecimiento; pero en países medio pobres como el nuestro, donde ⅔ de trabajadores descamisados malviven con ~$130 mensuales, tal vez no sea tan buena idea. Just sayin’.

Ya escucho los chillidos destemplados de mis compatriotas: “¿¡KOMO PUEDEZ OPONERTE A KE LOZ POVREZ TENGAN CEGURO ZOSIAL?!?1?”, no me opongo, pero un país donde la mayoría de trabajadores son pobres, probablemente no pueda costeárselo, al menos no a los niveles que nos gustaría, no hay que engañarse.

Una persona pobre que a duras penas logra cubrir sus necesidades alimentarias y las de sus hijos, probablemente por sus propias condiciones de vida tenga una high time preference y desee conservar su magro ingreso intacto, para poder alimentarse, comprar unos bloques para seguir construyendo su casita, comprarse ropa… 

En esas circunstancias probablemente no aprecie que alguien venga y le diga: deduciré el 40% de tu ingreso para que tengas seguro de salud y jubilación; tal vez el descamisado prefiera: “no, tanto dinero es la diferencia entre comer tres veces al día o sólo una. Prefiero conservar mi ingreso completo; ya veré en el futuro qué hago, por ahora prefiero no caer en pobreza extrema”.

Lo importante es reconocerle su derecho como agente racional a tomar sus propias decisiones pensando en su propio beneficio, y que no las tome un tercero, un burócrata de “torre de marfil” desde su cómoda oficina con aire acondicionado.

Quizá se entienda con otro ejemplo: todos sabemos que el arte y la cultura son importantes para desarrollar el espíritu; así que al que gana ~$130 mensuales le descontaremos un porcentaje sustancial de su ingreso, para sostener museos, bibliotecas, teatros etc. que le permitirán cultivarse… Sí, todo eso es importante, pero si el costo que ha de pagar por ello es descender a la pobreza extrema, donde literalmente se experimenta hambre, ¿probablemente no sea lo más prudente…?

Para que un país salga de la pobreza, se requieren tasas de crecimiento económico por encima del 7% anual durante una generación entera —25 años, más o menos— y un estado de bienestar tiene un costo sustancial en términos de gasto público que ralentiza el crecimiento y probablemente impida que las masas mejoren sus ingresos sustancialmente. El “premio consuelo” de la izquierda siempre es: “ok, sigue ganando ~$130 mensuales, pero ahora tiene un hospital, tiene una escuela…” no debe impedirnos recordar que podría tener todo eso, e ingresos de empleo pleno, si tan sólo se hubiera logrado ese crecimiento económico.

Es en serio: en una hoja de Excel o una calculadora de interés compuesto, hágase crecer $130 mensuales al 7% anual por 25 años, y se obtendrán alrededor de $700 mensuales, ingreso digno en nuestros países. Pero es imprescindible crecer al 7% o más por dos décadas por lo menos. Negarnos a las reformas necesarias para lograrlo, por preferencias ideológicas —especialmente teniendo los ejemplos de las repúblicas ex-soviéticas y China tan cerca— es elegir mantener a las masas de descamisados en la miseria. ¡Y eso es inmoral!


12. El sistema se basa en ensueños. Todos tenemos la imagen del “turista gringo”, con camisa hawaiana y cámara al cuello, viajando en crucero por el mundo, disfrutando de su jubilación.  El pdte. Correa seguro tenía eso en mente cuando subió las jubilaciones “de miseria” —que en efecto lo eran— para permitir a los jubilados “vivir dignamente”. El resultado: la pensión más alta de América Latina [V.], incluso mayor que el mínimo vital. Eso no es sostenible como dicen todos los estudios actuariales; y el estereotipo del “gringo turista” tampoco es representativa de la generalidad de jubilados del país del norte; por eso muchos deciden vivir en latinoamérica luego de jubilarse, porque el dinero no les alcanza allá.

Solución: Cambiar nuestras expectativas de qué debe ser una jubilación; en ninguna parte del mundo existe eso de “viajar por el mundo jubilado”, sólo lo logran los más afluentes del primer mundo, no la mayoría, así que hemos de abandonar ese ensueño. La jubilación ha de ser para evitar la pobreza y la pobreza extrema, entre $50-88 mensuales al tiempo de escribir esto; sería una alternativa para jubilación campesina “generalizada” que proponemos.

Abandonar también el ensueño de “ah, me jubilaré y viviré veinte años sin trabajar”; es ilusorio si queremos que el sistema sea sostenible. Probablemente nuestro hado sea “trabajar hasta la muerte”, “work till you drop” como dicen los gringos. La jubilación será un complemento al ingreso laboral, y una garantía de no caer en pobreza o pobreza extrema; pero ese “vivir dos décadas descansando sin trabajar” fue un costoso sueño boomer que tendremos que pagar los jóvenes.

Es normal y debemos aceptar que, así como en la juventud el ingreso asciende a medida que se gana experiencia y habilidades, el ingreso ha de descender a medida que se envejece. Ni la energía, ni la salud, ni la disposición a trabajar son las mismas; y eso se verá necesariamente reflejado en la productividad, y ha de poder reflejarse en el ingreso, si deseamos mantener a legiones de ancianos trabajando. Los mismos ancianos deben aceptar un ingreso menor —que compensarán con ingreso jubilar y lo que produzcan sus ahorros— y abandonar el entitlement (“tengo mucha experiencia, ¡me niego a aceptar un sueldo menor!) que los vuelve disagreeables y menos atractivos a empleadores.

Lo dicho se refleja en “tasas de reemplazo” de varios países “modelo” europeos, donde el ingreso por jubilación sólo cubre hasta cierto porcentaje —en promedio 60%— del ingreso laboral [V.]. Hacia allá debemos apuntar: que jubilación sea complemento a ingreso laboral, que ha de continuar mientras haya fuerzas, y aceptar que es normal que el ingreso decaiga junto con dichas fuerzas:


13. El sistema castiga a los más disciplinados y ahorradores. Teóricamente el trabajador aporta ~10% de su ingreso para seguro de salud, y ~10% para jubilación, y ya conocemos los problemas de financiación de ambos. Pero enfoquémonos en este último.

Imaginemos que un grupo de trabajadores conforma una “cooperativa de jubilación” como las que sugerimos, donde unirán sus capitales para ahorrar, prestar con interés e invertir en renta fija. Ahorrarán el mismo 10% de ingresos.

En las bolsas de Quito y Guayaquil pueden encontrarse papeles de renta fija que rinden 7%, 8%, 9%. Tomemos en promedio 8%.

Históricamente menos del 5% de bonos “basura” caen en mora [V.]; seamos pesimistas y consideremos a todos los bonos de nuestros países de alto riesgo como “basura”. Descontando ese 5% y dándolo por perdido (pese a que siempre se recupera algo) y asimismo descontando costos de 0,5% [V.], bonos que en promedio rinden 8% rendirán poco más de 7%. Tomemos 7% como ejemplo de rendimiento promedio histórico para nuestro fondo jubilatorio.

Tomemos un trabajador estereotípico, que empezó a trabajar a los 20, siempre ganó sólo el básico de $450, y se jubila a los 65, e ingresemos esos datos en una calculadora de interés compuesto [V.]:

aportes trabajador durante su vida

…veremos que recién alrededor de los 38 años de aportes, lo acumulado (~$95k) puede generar intereses suficientes como para reemplazar su ingreso mensual, y conservar el capital para legarlo a sus herederos.

gráfico de interés compuesto

Pero eso no es el sistema que tenemos; en realidad tenemos un sistema de annuity, donde se ahorra menos tiempo y el capital se consume. En ese caso, al cabo de 30 años de ahorro y jubilándose a los 65 se ha acumulado en total alrededor de ~$52k y ese capital con lo que produce permitiría reemplazar el ingreso mensual del salario mínimo, por un tiempo similar a la expectativa de vida del ecuatoriano (~80 años) [V.]:

annuity

Quizá este sistema de annuity se ajuste mejor a la idiosincrasia del ecuatoriano, que en ocasiones se queda sin empleo varios meses, emprende un negocio, etc., sin afiliarse ni realizar aportes puntualmente ni ahorrar religiosamente un porcentaje de ingresos sin gastárselo. Pero los más disciplinados pierden su capital, con el que, suponemos, subsidian a los menos ahorrativos. Solidaridad que le llaman, uno de los pilares del sistema… Pero, ¿no debería ser capaz el trabajador de elegir si, lograda la meta de ahorrar un capital suficiente, vivir sólo de las rentas del capital, y poder legar a sus hijos el capital? El sistema actual no contempla esa posibilidad, pero sería totalmente factible en sistemas cooperativos-privados.

Puestas las cosas así, el sistema no incentiva la disciplina, sino más bien lo contrario: “otros pagarán para mantenerme si no ahorro lo suficiente”. Un sistema no debe construirse con incentivos perversos.


Objeción: ¿Vos nueras anarquista? Sí. Pero en temas donde hay un amplio consenso social sobre la necesidad de que haya un servicio y se costee, OK, ese servicio ha de ser proveído. Por supuesto, preferiblemente voluntariamente, y por el sector privado; ya conocemos el despilfarro e ineficiencia que caracteriza al sector público. Pero por Dios, hemos de tomar decisiones pronto, hace casi 30 años —en la mencionada consulta de Sixto— irracionalmente nos negamos a solucionar este problema, ya es hora de atenderlo.

Por último, tengamos presente que la mayoría de soluciones presentadas no son sino un “reordenar las sillas de la cubierta del Titanic”: la realidad es que los sistemas necesariamente colapsarán, y el dinero que reciban los jubilados será menor; sea por devaluación, sea por que simplemente no hay suficiente para darles completo y a tiempo a todos, como en nuestro país de (gracias a Dios) moneda dura.

ACTUALIZACIÓN A MARZO 2023: Las protestas actuales en Francia por tan sólo subir dos años la edad de jubilación (¡a 62!) vuelven más sombría la perspectiva: si ni siquiera en los cultos países europeos —cuna del estado de bienestar— es posible siquiera dialogar sobre los múltiples problemas del sistema (no se diga sobre sus soluciones), ¿qué nos espera a nosotros, paisitos tropicales de bajo coeficiente intelectual?

La realidad, tan necia e irresistible, terminará por imponerse.


ACTUALIZACIÓN A ABRIL 2023: Quizá ya sea demasiado tarde para cualquier intento de reforma [V.]: el fondo de pensiones de jubilaciones sólo cuenta con $6 milliards, y cada año gasta $5 milliards, y subiendo. No se requiere muchas matemáticas para saber que eso no durará mucho más de un año.

Y como dice el artículo, la mayor parte del fondo ya está invertido en activos poco líquidos como créditos hipotecarios y… bonos de un gobierno chiro, que difícilmente podrá saldarlos, así que es probable que problema se dispare mucho antes, si sólo entran cada año $2,5 milliards.

Tampoco se resuelve como muchos dinosaurios dicen, “pagando la deuda con el IESS”: si cada mes se requieren ~$410 millones para pensiones, pagar la deuda con el fondo de pensiones (fondo de salud es aparte) sólo aplazará lo inevitable 4 meses [V.]. Así que no: “pagar la deuda” no es la solución, y los eslóganes tampoco.

Es irracional que en este paisito se sigan gastando $4,5 milliards en regalar gasolina a los más ricos [V.] mientras hay tantos problemas y necesidades. Pero así somos: necios, irracionales, nos da iras siquiera discutir los problemas, no se diga resolverlos.

El artículo también menciona que se gasta más en pensiones de invalidez, que en las de vejez. No sabía que en este paisito hubiera tantos inválidos… ¿No será tal vez que todos aquellos que sacaron carnet de discapacidad para no pagar impuestos —entre los que se encuentra el infame “karateka discapacitado” [V.]— asimismo tramitaron la jubilación y están desfalcando al IESS?! Lo malo de Ecuador, ¡son los ecuatorianos…!


A todo lo mencionado hay que añadir que existe el consenso que la mera existencia de estado de bienestar reduce crecimiento económico —al impedir ahorro y reinversión de recursos—, lo cual se temía desde sus inicios [V.] y no sólo eso, sino que también se sospechaba que existencia de estado de bienestar reduciría tasas de fertilidad y en general solidez de familias [V.].* Lo cual tiene su lógica: ¿qué sentido tiene conseguir pareja, casarse y tener muchos hijos para que lo cuiden a uno en la vejez, si el estado promete hacerlo por uno, por el módico precio de casi la mitad de nuestro sueldo mensual?

* Los autores del segundo paper citado se muestran escépticos de esa teoría; pero curiosamente tasas de natalidad escandinavas decaen inmediatamente luego de instaurado estado de bienestar, incluso por debajo de la tasa de reposición de 2,1 niños por mujer de la que se jactan los autores, inmediatamente de publicado su análisis. No deja de ser irónico.

Como observación personal, añadiría que los millenials y su proverbial ensimismamiento son fruto de la expectativa de un estado de bienestar. Eso explicaría el declive del agreeableness que muchos vemos; ¿para qué ser agradables con las familias, para qué mantener contento/a al cónyuge, a los hijos que han de ser muchos, si no necesito ya que me cuiden en la vejez, pues lo hará el estado? Poco inteligente resulta confiar más en anónimos burócratas que en la propia familia; no sólo con el dinero, sino con algo tan personal e íntimo como el cuidado personal en la vejez. Se entenderá algo de la sorda ira de muchos millenials al enterarse que todo lo que les prometieron, ha resultado mentira.

Como decía el sabio Sowell, there are no solutions, only trade-offs. El precio a pagar por el estado de bienestar es una sociedad cada vez más miserable que se extingue lentamente, incapaz de seguir reduciendo pobreza ni de absorber económicamente a las masas de descamisados que a ella migran; y finalmente a cambio de nada, pues las promesas pronto serán rotas por la falta de recursos.

Me avergüenzo de mi imperdonable ingenuidad al recomendar en la última entrada del antiguo blog [V.] afiliarse al IESS… Tan sólo casi siete años después, ese dinero ha de considerarse perdido. Eso pasa por confiar en los burócratas y sus promesas.

Habrá sido bonito para nuestros padres y abuelos ensoñar sobre el estado de bienestar… ignorando sus efectos nocivos y confiando en las vanas promesas. Nosotros no podemos darnos ese lujo.

Es momento de hacerse a la idea del work til you drop y procurarnos soluciones basadas en acuerdos privados ganar-ganar. «Capitalismo, ahorro y trabajo duro; no hay otra cosa», como dice el prof. Bastos.