Clic aquí para poner guiones al final de línea. | Click aquí para modo nocturno |
Publicado originalmente el 18 de enero de 2017.
Tiempo de lectura: tres minutosSegún el modelo de los profesores Allan Lichtman y Vladimir Keilis-Borok —que ha predicho exitosamente las elecciones norteamericanas durante los últimos treinta años— Lenín Moreno no será presidente.
El prof. Lichtman (el prof. Keilis-Borok falleció en 2013) explica el modelo de “las trece llaves de la Casa Blanca”:
Las “llaves” son 13 preguntas de verdadero/falso, en las cuales una respuesta de “verdadero” siempre favorece la reelección del partido que ocupa la Casa Blanca, en este caso los demócratas. Y las “llaves” están redactadas para reflejar la teoría subyacente de que las elecciones son principalmente juicios sobre el desempeño del partido en el poder. Si seis o más de las 13 llaves son falsas, es decir si van contra del partido en el poder, éste pierde. Si menos de seis son falsas, el partido en el poder obtiene cuatro años más.
Por supuesto que el modelo no fue diseñado pensando en Ecuador, ni toma en cuenta las diferencias de los sistemas políticos. Pero veamos las 13 “llaves”: el lector tiene la última palabra respecto a cuáles son verdaderas o falsas.
1. Voto de confianza: Después de las elecciones de mitad de período, el partido en el poder tiene más escaños en la Cámara de Representantes que después de las anteriores elecciones de mitad de mandato. Falso. No hemos tenido elecciones de asambleístas en mitad de período, pero sí los tuvimos de alcaldías y prefectos, y Alianza País ha reducido ligeramente su participación en número de alcaldías.
2. Disputa: No hay ningún disputante serio a la nominación del partido titular. Verdadero. La mitad de los electores afirma no haber decidido su voto, y no ha surgido una figura carismática que dispute popularidad al poder.
3. Ejercicio del poder. El candidato del partido titular es el presidente en ejercicio. Falso. Llevamos dos “falsos”.
4. “Tercio”: No hay un tercer partido o campaña independiente significativos. Falso. A juzgar por las encuestas, la oposición se juega porcentajes similares entre Lasso y Viteri, y Moncayo no estaría demasiado lejos. Llevamos tres “falsos”.
5. Economía a corto plazo: La economía no está en recesión durante la campaña electoral. Falso de toda falsedad. Ya llevamos dos años continuos de decrecimiento del PIB, nadie niega la crisis económica. Llevamos cuatro “falsos”.
6. Economía a largo plazo: El crecimiento económico per cápita real durante el último período en el poder, es igual o superior al crecimiento medio durante los dos últimos períodos. Falso. Según datos del propio gobierno y del colegio de economistas, el PIB del país creció un 4.4% anual en promedio durante los primeros dos períodos del pdte. Correa, mientras que durante su último período sólo hemos crecido un 1.58% en promedio. Son datos brutos, no per cápita, pero dudo que con esos números se logre un “crecimiento” al ajustar el cálculo a per capita. Llevamos cinco “falsos”.
7. Cambio de políticas: La administración en el poder aplica cambios importantes en las políticas de gobierno. Falso. El gobierno se mantiene en sus trece, no ha liberalizado la economía, y con el proyecto de ley de confiscación de plusvalía más bien se radicaliza en su estatismo. Llevamos seis falsos. Según el modelo, bastaría para afirmar que el candidato del partido en funciones no ganará.
8. Agitación social: No hay agitación social sostenida durante el período. Discutible. Hubo protestas repetidas el año pasado, que se extinguieron espontáneamente con la venida del papa. Jugada política impecable por parte del gobierno.
9. Escándalo: La administración incumbente no está contaminada por un gran escándalo. Falso. Los escándalos de corrupción han sido constantes durante las últimas semanas. Tal vez el régimen quiere dar la impresión de luchar contra la corrupción, pero podría lograr el efecto opuesto: que “donde se toca, sale pus”. Llevamos siete falsos.
10. Fracaso extranjero/militar: El gobierno en el poder no sufre ningún fracaso importante en asuntos extranjeros o militares. Verdadero. Afortunadamente no nos hemos visto envueltos en conflictos internacionales.
11. Éxito extranjero/militar: El gobierno en funciones alcanza un éxito importante en asuntos extranjeros o militares. Falso. Si alguien conoce algún ejemplo, hágamelo saber en los comentarios. Llevamos ocho falsos.
12. Carisma en funciones: El candidato del partido titular es carismático o un héroe nacional. Discutible. El voto “duro” del partido en funciones afirmará que es ambas cosas, carismático y héroe, pero la oposición difícilmente estará de acuerdo.
13. Carisma del oponente: El candidato del partido oponente no es carismático ni un héroe nacional. Verdadero.
El modelo requiere un máximo de cinco “falsos” para que el gobierno en funciones gane las elecciones, sin embargo contamos ocho. Entonces, según el modelo de los profesores Lichtman y Keilis-Borok, descartando eventos que modifiquen las respuestas a cada “llave” y descartando fraude electoral, Lenín Moreno no ganará las próximas elecciones.
¿Qué cree Ud.?
A lo dicho, añadamos seis razones más por las que creemos que Lenín no ganará las elecciones:
1. El porcentaje de indecisos es enorme. En anteriores ocasiones AP ha obtenido fácilmente por encima del 60% de los votos. Pero si ahora en torno a la mitad del electorado no ha elegido aún por quién votar, el 36% del “voto duro” que se le atribuye al candidato gobiernista sólo sería el 36% de la mitad. La mitad del electorado se niega a darle el voto claramente al candidato del status quo, y la indecisión sería sobre las alternativas.
2. Las encuestas han perdido fiabilidad últimamente. Puedo estar contradiciendo la razón anterior, pero con las experiencias del Brexit, del “No” en Colombia y de Trump, últimamente se cree que las encuestas pueden estar empleando métodos obsoletos:
… hay un cambio tecnológico que podría ayudar a entender la fuerte distancia entre los resultados de las encuestas de opinión y la realidad: la evolución del teléfono [de fijo a móvil].
Antes de la irrupción masiva de la telefonía celular, una encuestadora podía llamar a los sujetos de interés a su línea fija, lo que implicaba que sabía dónde vivían y manejaba cierta información sobre ellos. También podía marcar de manera automática, gracias a un sistema que estudiaba los directorios y seleccionaba hogares de interés a gran velocidad. Además, gran parte de las personas contestaba el teléfono, antes de que existiera la identificación de llamada.
En esas condiciones, en 1997, según Bloomberg, el índice de respuesta a los estudios de opinión en Estados Unidos era de un respetable 36%.
Quince años después la cifra había caído a 9%. Las leyes que protegen a los teléfonos móviles de la publicidad directa prohíben, al menos en gran parte de EEUU, el discado automático, por lo que las llamadas deben hacerse de manera manual. Junto con ello, la identificación de llamada es la norma y no la excepción: cuando un número desconocido aparece en la pantalla, es fácil rechazar la llamada. Y la mayoría de las personas ya no usa teléfonos fijos.
Asimismo, las encuestas se han mostrado incapaces de medir adecuadamente el “voto vergonzante”, cuyo efecto podría ser decisivo:
Aún si contestan la llamada del encuestador, muchos no están dispuestos a responder sinceramente. «Supongamos que tienes una opinión controversial», dice Greg Valliere, consultor financiero. «¿La vas a compartir con un perfecto desconocido que te llama a las 8 de la noche, o más bien te la guardas?».
En este contexto, la incesante propaganda gubernamental que ha vuelto “políticamente incorrecto” apoyar y peor aún votar por un “impresentable” opositor, probablemente consiga ocultar esa intención de voto de las encuestas, dificultando la medición a la propia candidatura gubernamental y acaso sobredimensionándola.
Asimismo los veteranos encuestadores descubren las limitaciones de los clásicos métodos al ser empleados en la sociedad contemporánea: (ibíd.):
El decano de los encuestadores norteamericanos, Gallup Inc., está en retirada. Hace cuatro años sufrió su tercera derrota en cuatro elecciones, y decidió no cubrir las elecciones presidenciales norteamericanas. Un estudio interno descubrió varias áreas de la metodología empleada que contribuían a predicciones erróneas.
3. Las encuestas de situación del país no le son favorables. Tan sólo la cuarta parte de los encuestados cree que “el país va por buen camino”. ¿Alguien sería capaz de extrapolar ese 26% a un 40% de votos para que el candidato del status quo sea elegido en primera vuelta?
El 65% de ecuatorianos cree que “el país va por mal camino”. ¿Votarán por el candidato del continuismo? Difícil de creer. La mayoría de encuestados no cree en la palabra del presidente; tampoco aprueban su gestión.
Si actualmente las encuestas tienen poco poder predictivo, nos inclinamos a atribuirles poder predictivo “negativo”: interpretarían lo que el electorado no va a favorecer: al candidato del continuismo. Más difícil será predecir cuál candidato tendrá el favor del electorado.
4. Aún si gana, es probable que se caiga: a los ungidos de caudillos no les va bien. Como recuerda Alfonso Reece en un artículo de opinión, los gobiernos “burropié”, sucesores y herederos de un largo y fuerte caudillismo son débiles y hasta sufren el ataque de sus mismos mentores:
En muchas mitologías los ungidos se retiran y encargan el desarrollo de su proyecto a un discípulo, este siempre traiciona las ideas del maestro, el cual vuelve a restaurar la pureza de su plan. Así lo hicieron García Moreno y Alfaro. Tras alejarse de la presidencia, la retomaron con sendos golpes de Estado contra sus vicarios y se empeñaron en radicalizar sus reformas. El actual caudillo está por ceder el poder a un allegado, tal como lo hicieron sus antecesores. ¿Quieren apostar a que el suplente principalizado terminará tan mal como en su siglo acabaron los presidentes Javier Espinosa y Lizardo García, derrocados por sus mentores?
A esto podemos llamarle el “síndrome de Cronos”: el odio y envidia que siente el que entrega el poder a su sucesor, por más que sea designado por él mismo.
La ambivalencia de no querer, pero tener que entregar el poder podría manifestarse en sutiles sabotajes pasivo-agresivos por parte del presidente en funciones, que prácticamente garantizan el fracaso del gobierno sucesor, sea quien sea; de hecho algunos afirman que Correa en realidad no desea que Lenín Moreno gane: (minutos 42-45:30)
De todas maneras el próximo gobierno enfrentará una coyuntura difícil:
5. Inefectiva estrategia electoral. Nos referimos a la de la presidenta saliente Cristina Kirchner y su delfín Scioli (protagonismo del presidente saliente, no del candidato; infundir miedo), que nuestro gobierno parece estar imitando, con (¡ojalá!) predecibles resultados.
El intento de Scioli por distanciarse de Cristina tampoco le dio resultados, y Moreno parece estar haciendo lo mismo.
6. La corriente progresista en latinoamérica va en retirada. En Venezuela, Brasil, Chile, Bolivia y el propio Ecuador los presidentes “progresistas” se encuentran con la popularidad en mínimos históricos y la tendencia ha perdido elecciones.
¿Qué cree Ud., estimado lector? ¿Volverá la capital a su antigua costumbre de defenestrar presidentes? ¿Se “caerá” (así, “solito”) el próximo presidente? ¿Volveremos a nuestra esquizofrenia de elegir presidentes para arrepentirnos a los pocos meses?