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Pocas ideas hay tan refutadas como el mercantilismo pero que asimismo se resisten a morir.
El marxismo, el socialismo fácilmente encuentran detractores por los pésimos resultados que obtienen; pero las ideas mercantilistas son mucho más ladinas.
Tomemos como ejemplo La otra economía, una reciente carta a diario El Comercio:
Somos un país mayoritariamente dedicado al comercio, más que a la producción y esto a todo nivel. Muchas ciudades en su mayoría viven de ello. Fabricamos muy poco y pocas cosas. Hay que repensar la economía…
He ahí un botón de muestra de lo que nos enfrentamos. Vamos a tratar de explicar por qué el mercantilismo es una mala idea.
Lejos de mí meterme en debates académicos, siendo un mero dilettante de la economía; usaré conceptos comunes para explicar los errores que cree el mercantilismo, e intentar refutarlos.
1. “El dinero es riqueza”. Es el primer axioma mercantilista. Supongo que es natural pensar así para los que crecimos viendo a tío Rico McPato nadar en su bóveda llena de monedas y billetes.
Pero no hay excusa para seguir pensando así de adultos. El dinero sí, es riqueza; pero el “grueso” de ella está invertida en bienes de capital: inmuebles, maquinaria, propiedad intelectual, know-how, redes de contactos y otros intangibles… Se avalúan en términos de moneda, pero no consisten en dinero.
He ahí el error que cometen aquellos que hablan de “redistribuir la riqueza ajena”: sí, Jeff Bezos será muy rico, pero la mayor parte de esa riqueza es sólo la valuación de sus acciones de Amazon en la bolsa, no es dinero contante y sonante en una cuenta o una bóveda… Si tuviera que convertir esa valuación de mercado en dólares contantes y sonantes, tendría que empezar a vender dichas acciones, y probablemente desplomaría su valor.
2. “Fabricar es bueno, comerciar es malo”. Quién sabe de dónde habrá salido esta idea tan pestífera. Se tiende a ver al comerciante como una suerte de “intermediario parásito”, que hace subir los precios; todos podríamos conseguir cosas más baratas si no hubiera intermediarios, ¿no?
Pero lo que ignoran es que fabricar es fácil, vender es difícil. Las fábricas podrían rodar a todo vapor, pero generalmente no sucede así, tienen capacidad sin usar, porque la sociedad no puede absorber toda la producción; y quien se encarga de eso, son los comerciantes.
La gente ignorante no entiende que el comercio es un negocio en sí mismo, con sus propias reglas, su know-how, y que como todo negocio es fácil fracasar en él.
El que se dedica a comprar para revender, presta un servicio a los productores y fabricantes, pues les compra su inventario; y aunque todos quisiéramos que lo comprara a precios altos, tiene que comprarlo a precios que acepte el mercado, luego de añadirle su ganancia. Si no, no comprará, y la mercadería no saldrá de la fábrica.
El comercio es algo bueno. Es el modo de vida de millones; permite a la gente ganarse la vida rápidamente y generar ingresos para sostenerse. Indispensable para poblaciones vulnerables como migrantes, jóvenes que recién se incorporan a la vida productiva, etc.
Saber vender es una habilidad importantísima en la sociedad; debería ser inculcada en los jóvenes. Pero la intelligentsia la detesta.
Sin comercios que muevan y coloquen la producción de las fábricas, estas no podrían existir. Es una cadena, en la que no hay partes “buenas” y partes “malas”.
Y al fin y al cabo, decidir invertir el capital ahorrado en abrir una fábrica o abrir un negocio de venta al detalle, son ambas decisiones pacíficas, buenas en sí mismas.
3. “Las importaciones son malas, las exportaciones buenas”. Es similar a la anterior: “las exportaciones traen divisas, por lo tanto, son buenas; las exportaciones se nos llevan divisas, así que son malas”.
Dios mío difícilmente se encontrará idea más estúpida pero al mismo tiempo tan difícil de sacar de las duras molleras de la gente. Igual lo intentaremos.
Primero, el dinero NO es “del país”, es de los ciudadanos particulares, sea individualmente o en empresas; es feo que “el país” se atribuya la propiedad “eminente” del dinero de la gente.
Peligrosísima idea, darle el poder último sobre la propiedad del capital, a quienes generalmente odian el capital ajeno: políticos y burócratas de mentalidad socialista.
Segundo, si un ciudadano hace un enorme esfuerzo y ahorra y se endeuda para amasar un capital e invertirlo en importar mercadería, creyendo que lo que traiga tendrá compradores y logrará sacar una utilidad, son actos pacíficos y voluntarios, por lo tanto son actos éticamente buenos; no hace daño A NADIE por usar su propio dinero.
Si se equivoca, rápidamente sentirá los efectos de su error al perder dinero, y rápidamente corregirá sus actos. Pero los burócratas que le imponen prohibiciones o aranceles para disuadirlo de invertir, NO sienten las consecuencias negativas de esas decisiones, así que NO corregirán sus actos, y la sociedad se verá perjudicada largos períodos de tiempo.
Tercero, un importador que trae mercadería del gusto del público, les está proporcionando un servicio: les vende cosas que desean a precios que están dispuestos a pagar; mejora la calidad de vida de la sociedad. ¿Qué tiene eso de malo? Si sus clientes le compran, ¿por qué es eso malo?
Se piensa: “mejor sería que le compraran a fabricantes locales”. Los compradores lo harán siempre y cuando les resulte conveniente. Si los fabricantes locales pueden competir en precios con los fabricantes extranjeros, seguro tendrán el favor del público; de hecho, tienen una ventaja, pues no tienen el costo del flete internacional.
Pero si pese a esa ventaja no pueden competir…, lástima, el mercado les está dando a entender que esa no es un área donde es rentable producir, probablemente deban reorientar la producción a otra cosa.
Obligar a los compradores a elegir el “producto nacional” porque sea lo más patriótico etc., implica obligar a la sociedad a pagar de más en beneficio de unos pocos. Eso es una pequeña esclavitud, poner a muchas personas al servicio del bolsillo de unos pocos; es una injusticia.
4. “El fabricante es patriótico y productivo; el importador es un poco traidor y parásito”. Ah, la típica ceguera de los izquierdistas de pensamiento débil que no saben cómo son los negocios. Quienes han sido trabajadores toda su vida también padecen de esta ceguera.
Lo que ignoran en su miopía es que los importadores extranjeros son socios de los fabricantes nacionales; ellos arriesgan su capital para comprar la producción de nuestras fábricas… ¿No deberíamos hacerles un reconocimiento a ellos, los importadores en el extranjero?
¿Consideraremos “parásitos” a los importadores extranjeros que compran mercadería que fabricamos y exportamos? Claro que no; y apoyar una idea no por su valor de verdad, sino por si beneficia o no a nuestro bolsillo, es tener una “ideología de bolsillo” poco consecuente.
Las cadenas comerciales no terminan en nuestro paisito, en nuestra pequeña parroquia; es hora de dejar esa visión pueblerina y salir a conquistar el mundo, perder el miedo al mundo.
Así que es necesario ver los negocios en un contexto más amplio; ver el bosque… ¿Diríamos que “es malo” que la sangre circule por todo el cuerpo? ¿Deberíamos decidir si la sangre debe quedarse “más” en cierta parte del cuerpo, y no en otra? Sería absurdo… los organismos manejan bien sus necesidades sin que tengamos que dedicarles atención; de la misma manera, los actores económicos.
5. Reductio ad absurdum: ponerle puertas al campo… ¿Tendría sentido analizar la “balanza de pagos” de mi bolsillo? Le compro a varios actores: el tendero, el taxista, el restaurante, el panadero, y ninguno me compra a mí… Si dijera: “no les volveré a comprar hasta que me compren lo que yo vendo”, sería algo estúpido, pronto moriré de hambre…
¿Tendría sentido poner aranceles en una familia? Claro que no… ¿Tal vez el barrio prosperaría aislándose de la ciudad? Es una estupidez, pronto no tendrían qué comer. ¿Una ciudad prosperaría aislándose del resto del país con aranceles? Claro que no, todo se encarecería en beneficio del estado solamente… ¿Qué tal un continente? Tampoco, por las mismas razones.
Esto que es tan absurdo a todo nivel, por alguna razón convence a todos que es sumamente inteligente y provechoso hacerlo a nivel de país.
No es así. Al encarecerlo todo, dificulta a muchos salir de la pobreza y a todos mejorar sus condiciones de vida; beneficia sólo a un puñado de “empresaurios” bien conectados al poder político, y a estos últimos; es poner a la mayoría a trabajar obligatoriamente en beneficio de unos pocos… es una pequeña esclavitud.
6. “Hay que proteger la industria nacional”. Esta es la mamá de ideas chatarra insidiosas. Está muy bien tener un gusto patriótico y sentirse orgulloso por la industria nacional; está mal obligar a los nacionales a comprarles más caro.
La explicación se entiende fácilmente con un ejemplo: el futbolista Messi gana unos setenta mil dólares por cada hora de trabajo… ¿le conviene a Messi ponerse él mismo a limpiar su casa, arreglar el jardín etc., “para ahorrarse la mucama”? Claro que no, es una estupidez; se ahorrará los $20 por hora que le pague, pero perderá setenta mil… por eso aunque sea un excelente mucamo él mismo, le conviene dedicarse a fútbol y contratar una mucama; así todos ganan: él, la mucama, la sociedad.
Otro ejemplo: un abogado exitoso factura a sus clientes mil dólares por cada hora que les trabaja, tan efectivo es. ¿Tendría sentido que ese abogado dijera: “voy a ponerme a cardar algodón, hilarlo, tejerlo etc., para hacerme una camisa, y así me ahorraré comprarla”? Claro que no, sería estúpido, se demorará varios días, y seguro le quedará horrible, y no podrá atender a sus clientes mientras tanto; le conviene mejor gastarse $100 en una tienda y dedicarse a lo que mejor sabe hacer; así todos ganan: el abogado, la camisería, la sociedad.
Si los industriales nacionales pueden competir con los extranjeros, que tienen mayores costos por el flete internacional, ¡bien por ellos! Su éxito nos alegra. Pero si pese a la ventaja de menores costos no pueden competir, tienen ahí un indicio de que mejor deberían fabricar otra cosa. No tiene nada de vergonzoso que una mucama no pueda jugar contra Messi en la cancha; igual pueden beneficiarse mutuamente.
Que usen su influencia para lograr que el gobierno obligue a la sociedad a comprarles es inmoral, parasitario, una pequeña esclavitud, que disminuye un poco la prosperidad de las mayorías en beneficio de unos pocos.
Para una explicación más técnica, véase la entrada de Wikipedia sobre Ventajas comparativas.
7. Dificultar el comercio encarece las cosas. Esto, que debería ser una verdad de Perogrullo, no lo tienen en cuenta los mercantilistas.
De hecho en España en la época colonial (simplificando la historia por supuesto), empezó a llegar tanto oro y tanta plata a la metrópoli que pensaron: “¡somos ricos!”, y descuidaron la producción y el comercio. El error de creer que el dinero es riqueza, y no los activos fijos produciendo.
Los precios empezaron a subir en España… porque había mucho dinero, y comparativamente pocos bienes; tener mucho dinero no les sirvió después de todo…
Sus vecinos veían ese flujo de oro y plata a España, con celos porque no tenían tantas colonias tan feraces. Pero empezaron a venderle cosas a España; y así terminaron haciéndose con el oro de España.
De ahí la importancia de hacer análisis de los efectos que “no se ven”, como recordaba Bastiat.
En conclusión: estas ideas las apoyan un puñado de “empresaurios” y burócratas porque beneficia directamente sus bolsillos, y una legión de tontos útiles de pensamiento débil que ignoran cómo funcionan los negocios y el mundo adulto.
No ha desaparecido en 300 años, no desaparecerá por este artículo; pero si Goebbels decía que una mentira repetida mil veces se convertía en verdad, hoy hemos de insistir que una mentira repetida mil veces ha de ser refutada mil veces.
El progreso de las mayorías depende de ello.