Clic aquí para poner guiones al final de línea. | Click aquí para modo nocturno |
Lo prometido es deuda. Se sabe que la izquierda tiende al abolicionismo penal: que el delincuente es una pobre víctima de la sociedad, pobrecito, que lo peor que se puede hacer es enviarlo a la cárcel; lo que necesita es planes sociales, empleo, vivienda, salud etc. y así mágicamente recapacitará y dejará de delinquir.
Por supuesto que eso sólo son ensueños. Ignora que la población carcelaria tiende a tener menos coeficiente intelectual que la población en general; y que menor IQ se correlaciona inversamente con mayor tendencia a la violencia, menor control de la impulsividad, incapacidad de prever consecuencia de actos ―el delincuente literalmente siente que le hacen una injusticia al capturarlo, es incapaz de asociar su crimen con el castigo― a más de la tendencia a la dark triad presente en muchos delincuentes: psicopatía (incapacidad de empatizar o sentir remordimiento) narcisismo y maquiavelismo. ¡Coctel tóxico!
¡Ah! Y todas ellas son condiciones irredimibles, no hay forma de “curarlas” con terapia alguna: ni el virtual retardo mental de los delincuentes, ni su incapacidad biológica de sentir lo que sienten sus víctimas, etc.
A lo dicho hay que añadir que nuestras sociedades medio pobres son incapaces de sostener prisiones como las que les gustan a los progres, como en ocasiones se ve en los países nórdicos, que más parecen sobrios resorts vacacionales antes que prisiones. Si una sociedad no puede ni siquiera costear desayuno escolar para sus niños desnutridos, menos aún estará dispuesta a costear condiciones “vacacionales” a los presos, como quieren los progres.
Pero, a lo que vinimos. En la siguiente gráfica se puede ver la tasa de encarcelamiento por 100k habitantes:
Datos tomados de TheGlobalEconomy.com
Faltan algunos años, pero vemos que cae en los primeros años del gobierno de Correa, cuando indultaba a las mulas del narcotráfico, hasta llegar al “valle” de 2010; año que ocurre el 30-S de infame memoria, y Correa toma un giro punitivista: se dedica a “meter las manos a la justicia”, nombrar jueces, dictar un nuevo código penal, reforzarlo con subsecuentes reformas, construir nuevas cárceles y llenarlas…, de tal manera que la tasa de encarcelamiento casi se triplica (2,86x desde su mínimo en 2010 hasta el máximo del 2017).
Ahora veamos datos de homicidios. En las series de datos también suele haber lagunas, pero se ve en general un aumento hasta el año 2010, cuando indudablemente se desploma:
Datos tomados del Banco Mundial.
Completando los datos faltantes con promedios de los puntos más cercanos, y correlacionándolos con la función homónima de cualquier hoja de cálculo:
Los datos han sido tomados de Macrotrends
…¡vemos una correlación inversa casi perfecta, de -0,95, ¡inaudito en ciencias sociales, que se acerque tanto a 1!
Helo ahí: cuando Correa se puso punitivista ―lo cual ha sido incluso notado con desconcierto por académicos de izquierdas [V.]― logró reducir inmediatamente la tasa de homicidios, proxy de otros delitos, pues si es imposible medirlos, un cadáver humano siempre tendrá una causa de muerte muy clara y probable, y así se hará constar en estadísticas; así que es la medida más fiable para medir “la delincuencia” así en abstracto, siendo también el delito que más sensación de pánico produce.
Resultados similares obtuvimos con Bukele. A medida que empieza a encarcelar en masa, se desploma tasa de homicidios.
Entonces la “receta” para reducir la inseguridad es clara: construir nuevas cárceles, y llenarlas, de tal manera que se llegue a triplicar la tasa de encarcelamiento del país.
No hay otra manera, al menos hasta que alguien nos presente otra correlación aún más “perfecta” que la mencionada.
Ahora, hay otra cuestión conexa: ¿cuánto “punitivismo” necesitamos? ¿Cuántos presos “debe” haber?
Supongo que la respuesta ha de ser: ha de haber tantos presos, cuantos delitos se cometan, siendo la impunidad el azote generalizado, dada la poca judicialización ―que denuncias logren terminar en sentencia― de los crímenes que se cometen.
Usando nuevamente los homicidios como proxy de otros delitos (por ser estos últimos difíciles de medir), trataré de hilar una narrativa que no deja de ser, lo admito, frágil hasta que surjan nuevos datos.
Tenemos primero que, con datos del CDC, el homicidio es la 5ta causa de muerte para negros en EEUU y la 10ma para latinos [V.]. Asimismo, usando datos de homicidios intra raciales, algunos han calculado la probabilidad de que un individuo de determinada raza termine siendo homicida:
Datos tomados de datahazard.substack.com, donde se indica que la tasa podría ser hasta treinta veces mayor.
Vemos que negros varones tienen diez veces más probabilidades de convertirse en homicidas, que blancos. ¿Cuál será la probabilidad que un varón latino devenga en homicida? ¿Tal vez la mitad, entre un negro y blanco? ¿Alrededor de un 1,5% quizá?
Entonces, si estamos de acuerdo en que homicidios no deben quedar impunes, y tomando este delito como proxy de otros (el narco que trafica, seguro también hace de sicario, roba autos para sus fechorías, porta armas ilegalmente, cobra “vacunas”, etc.), tentativamente afirmo que la población carcelaria debería aproximarse al porcentaje de población homicida, según la composición racial de un pueblo.
Entonces, si en el país habrá 8,5M de varones, si el 1,5% tarde o temprano ha de terminar matando a alguien (¡horror!), la población carcelaria debería rondar unos 127k presos varones; cuatro veces más de los 30-40k que hay ahora.
Es la misma solución postulada por el autor del estudio de substack que citamos antes: encerrar a los criminales y ponerlos en condiciones que no puedan seguir delinquiendo ―en aislamiento si fuera necesario―, oh sorpresa, logra detener los delitos.
Por lo tanto el presidente Lasso y los municipios deben construir nuevas cárceles y empezar a llenarlas, como hicieron Correa y Bukele, logrando así reducir la tasa de homicidios de sus respectivos países.