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★★★ tl;dr: ★★★
Mucha gente parásita viviendo de ayudas estatales en vez de trabajar, destruye la moneda, la economía de una sociedad.
En todos los países la población económicamente activa, PEA, es decir, quienes trabajan o buscan trabajar, es la mitad de la población; y se entiende que mantienen voluntariamente a la otra mitad de la población: niños, ancianos, amas de casa, discapacitados, el tío que nunca trabajó…
(Esto es fácil de buscar. Busca active population para países de fuera de latinoamérica, o “PEA Uruguay” p.ej. para países de habla hispana.)
Eso no ocurre en Venezuela y Argentina.
En vez de trabajar la mitad de la población, trabaja sólo la cuarta parte.
¿Cómo sabemos?
Argentina, con una población de 44 millones, pareciera tener una PEA dentro del promedio, 20 millones:
Sin embargo, hurgando un poco más en los datos vemos que no hay tal…
Según otra fuente, DatosMacro.com, esa cifra incluye “inactivos”, y la cifra real sería menos de doce millones de trabajadores:
Esto lo confirman datos oficiales de Argentina:
Por lo tanto, vemos que tres cuartas partes de la población tratan de vivir del trabajo de menos de la cuarta parte. La mitad de adultos sanos, en vez de trabajar, pretende vivir del trabajo de la otra mitad.
Un artículo de INFOBAE [V.] narra que desde 2004 a 2020 el número de burócratas se duplicó; y asimismo en los ’80 sólo 300k personas recibían ayuda alimentaria, y en 2020 eran 9 millones, ⅕ de la población; y en un contexto de aumento de la pobreza. Es casi como que si los planes sociales crearan una demanda de pobreza; si literalmente pagas por ser pobre, no debería asombrarnos ¡que aparezcan más pobres!
Eso es imposible de lograr a través de impuestos; ¡nadie cederá un tercio de su salario para mantener a adultos sanos para que vivan de planes sociales!
La gente mantiene gustosa a sus familiares, no a extraños que no quieren trabajar.
Por eso esa legión de “clientes” se sostiene a través de creación de dinero, de inflación. Por eso la moneda argentina pierde cada año un tercio de su valor; eso es una inflación de más del 50% anual, ¡durante los últimos 80 años! (V. fuente)
De ahí que sea cardinal evitar los planes sociales; destruyen la moneda, destruyen los incentivos para trabajar, crean una legión de clientes dispuestos a votar por quien les regale dinero ajeno.
En Venezuela vemos una situación similar.
La PEA en Venezuela gira históricamente en torno a sólo un tercio de la población, como indica la FAO; lo cual de por sí es bajo.
La maldición del petróleo: permite mantener a legiones de adultos vagos, que no desarrollan habilidades ni ética de trabajo.
Supuestamente hoy la población activa es alrededor del 40%, es decir, mayor que la de Argentina; pero hay que tener que buena parte de ellos son empleados públicos, que no se rigen por criterios de productividad.
De hecho, la mitad de los trabajos formales (que ganan por lo menos el salario mínimo y beneficios legales) en Venezuela son de funcionarios públicos (Fuente: El Nacional), así que en general podemos suponer que la mayoría del resto de empleos informales se dan en condiciones más precarias.
Así que la proporción se mantiene: en Venezuela, menos de un tercio de la población mantiene a más de dos tercios; eso no es sostenible, es simplemente imposible.
Si a eso le añadimos un gobierno socialista declaradamente hostil a la empresa privada, que incautaba empresas e inmuebles por deporte, se entiende que la destrucción de la moneda sea mayor.
Podrá sonar duro, pero si queremos evitar la destrucción de la moneda a través de la inflación, la población debe trabajar y producir.
Los planes sociales deben evitarse como la peste.
Los jóvenes deben empezar a trabajar apenas terminen sus estudios (o apenas se den cuenta que los estudios no son lo suyo).
El seguro de desempleo debe pagarse de los propios ahorros de la seguridad social del trabajador, no de los impuestos; y, por supuesto, no debe ser indefinido, como no es infinito el ahorro de un trabajador.
Debe ser fácil encontrar un nuevo empleo luego de perderlo; para ello debe ser fácil emprender, crear empresas, crear empleo.
Un empleo es siempre preferible a un plan social. NO hay que pagarle a la gente por no trabajar. Hay que facilitar la creación de empresas y empleo.
La caridad debe ser familiar, no social. Los padres mantienen de buen grado a sus hijos; con menos gusto a hijos ajenos, y de mala gana a adultos (¡y peor aún si no son familiares!). Estos tienen un incentivo constante para encontrar empleo y hacerse menos gravosos, y hasta mientras, mostrar agreeableness para permanecer “de a buenas” con los familiares que los mantienen. Pero un “estado benefactor” detiene ese proceso, y debilita las estructuras familiares; es más fácil ser arrogante con la familia, descuidar la búsqueda de empleo y descuidar las virtudes de ahorro, laboriosidad etc., si uno tiene una paguita estatal.
Es un tema delicado: pero los hijos de madre soltera deben ser criados por la familia extendida, no por el estado a través de subsidios. Son bien conocidos los efectos nocivos de la ausencia de padre en los hijos, varones y mujeres: se correlaciona con pobreza, mayor probabilidad de consumo de drogas, convertirse en padres adolescentes, fracaso escolar, encontrones con la justicia, obesidad, suicidio...
Nadie quiere niños en la pobreza. Pero si las paguitas estatales por hijo de madre soltera son demasiado generosas, a partir de cierto nivel se convierten en un incentivo para tener hijos fuera del matrimonio. Sé que es un tema harto espinoso y muy poco políticamente correcto —después de todo, la mujer y más aún la madre, “siempre es víctima”— pero es algo documentado ampliamente, y se atribuye a eso la mayor destrucción de la familia negra [V.]
El “papá” de los chicos no debe ser el estado. A la sociedad no le conviene que haya hijos que crezcan sin padre, por los problemas mencionados, que han sido ampliamente documentados. Estoy seguro que el lector conocerá hijos de madres solteras que crecieron como chicos y chicas de bien; pero los números son desalentadores.
No tengo todas las respuestas, ni la solución a todos los problemas; pero vistas las cifras, a la sociedad no le beneficia que crezcan millones de niños sin padre. Tampoco quiero que nadie pase hambre, o se atasque en la pobreza. Pero las ayudas sociales a los hijos sin padre se convierten en un incentivo para tenerlos, o por lo menos no disuaden (V.). Asimismo los beneficios sociales desincentivan el matrimonio (V.) y desincentivan trabajar (V. la bien documentada “Welfare Trap”). Porcentaje de hijos nacidos en hogares monoparentales, y los problemas que traen consigo, se disparan a partir del boom de ayudas sociales (V.).
Destruyen los ahorros de todos, destruyen la familia, destruyen la juventud, disuaden de trabajar... ¿No es suficiente para detestar las ayudas sociales y deshacerse de ellas)
Debe facilitarse la contratación de los adolescentes que quieran trabajar. Durante toda la historia de la humanidad, los adolescentes se han incorporado poco a poco al proceso productivo; recién las últimas dos generaciones consideran una abominación el trabajo adolescente.
Por supuesto que no estamos abogando porque trabajen doce horas al día en las minas. Pero muchos jóvenes saben que detestan la educación escolarizada, y no les atrae la universidad; esos jóvenes deben poder empezar a trabajar, tres, cuatro, cinco horas al día según su edad.
¿Qué les ofrecemos hoy a esos jóvenes? La estigmatización de ser un fracaso; días y días llenos de ocio, que los hace propensos a pandillas, consumo de drogas… Una sana combinación de un empleo a medio tiempo —donde aprenden destrezas y ganan experiencia y valiosas recomendaciones— más estudios a distancia o semipresenciales, más las actividades sociales que atraen a los jóvenes sin duda se adaptará mejor a sus anhelos.
En caso de niños abandonados y ancianos desvalidos, siempre hubo sociedades de beneficencia que los acogían; no quedarán en desamparo. Puede darse exenciones impositivas a quienes donen a dichas organizaciones.
Debe facilitarse la contratación de los vulnerables. Gente que migra del campo a la ciudad, con pocas destrezas; gente con discapacidad intelectual; inmigrantes recién llegados sin arraigo… Es necesario que se facilite contratarlos rápidamente sin demasiados trámites, para que se incorporen al proceso productivo y adquieran destrezas; es necesario eliminar el salario mínimo que disuade su contratación.
Si todo lo dicho ocurre con ayudas sociales a sólo un sector de la sociedad, ¡imagínense lo que ocurriría con una Renta Básica Universal! ¡El efecto destructor sería mucho peor!
Por eso dudo de las honestas intenciones de quienes insisten con esas medidas pese a la evidencia. En realidad pretenden destuir la sociedad, para volverla a construir según sus fantasías comunistas.
No se lo permitiremos.
ACTUALIZACIÓN A MAYO 2021: El gobierno de Biden nos ha mostrado una prueba de estas ideas. Según los últimos reportes de empleos [V.], había entre 7 y 8 millones de empleos disponibles, y por lo menos 10 millones buscándolos [V.]; sería de esperarse que ambas cifras se compensen entre sí, pero sólo se llenaron 266 mil empleos… [V.]
¿Qué esperaban? Entre los beneficios por desempleo y los del covid, mucha gente gana más al no trabajar, [V.] y simplemente dejan de hacerlo.
Uno imaginaría incluso que no sería necesario pagar más para disuadir de trabajar: si te ofrecen digamos $400 por trabajar las 8 horas, y te ofrecen, digamos, $250 por no hacer nada, no sería de sorprenderse que muchos aceptaran la segunda; después de todo, te están pagando por pasar el día en ocio, sin fatigarte, y la diferencia por trabajar la jornada completa, sería de sólo $150, por lo que no es de sorprenderse que se conformen con menos, pero sin esfuerzo alguno, ya que se ha desincentivado el esfuerzo, al volverlo relativamente de bajo precio.
ACTUALIZACIÓN A ENERO 2024: Un joven argentino lo admitió cándidamente en otro artículo de Infobae [V.]: «El joven tiene 21 años y vive con sus dos hijas, su pareja y su hermano. Nunca prestó servicios ni fue empleado. Tampoco estudia ni planea hacerlo. Lo dice con firmeza y sin ningún tapujo. Es que, según relató con seguridad frente a la cámara del canal de noticias, este es el estilo de vida que eligió y no le molesta compartirlo abiertamente … “—¿Trabajás? —No”, fue la primera consulta deslizada. Continuó con la otra opción: “—¿Estudiás? —No”. Sorprendida ante ambas negativas, la cronista hizo un último intento: “¿Y qué hacés?”, le dijo contemplando que quizás había alguna otra actividad que ella no estaba teniendo en cuenta. “Nada”, contestó Rubén con normalidad … le preguntaron si tenía expectativas de trabajar, dado que quizás se encontraba en la búsqueda activa de empleo y aún no conseguía. Pero su respuesta fue un rotundo “no”. También aseguró que ninguna persona lo mantenía». Bueno, en esta última parte se equivoca, pues el contribuyente argentino lo mantiene.
Continúa nuestro joven: «“Vivo de pensiones, del gobierno”, aclaró finalmente cuando le consultaron de dónde provenía su ingreso de dinero para vivir y mantener a su familia. Con el posible recorte de los planes sociales a partir del nuevo gobierno de Javier Milei, se atajó y aclaró: “No me molesta si las sacan. El día de mañana que me toque laburar no tengo problema”, señaló.
»No es el único en su hogar que elige esta forma de vida. De los integrantes mayores de edad, ninguno tiene trabajo: “Yo vivo con mi señora, mis dos hijas y mi hermano. Mi señora cobra la asignación y mi hermano hace changuitas. Y vivimos bien. Si me las quitan (las pensiones) puedo trabajar igual. Ahora no voy porque todavía no lo necesito”, dijo Rubén». Y desde su punto de vista, frente a esos estímulos económicos, no es sorprendente su decisión; probablemente no tengan demasiada ambición de poseer bienes económicos, y las paguitas les permiten satisfacer sus necesidades, entonces ¿para qué molestarse trabajando? Por supuesto que construir una sociedad sobre la base de millones de ciudadanos así, ¡no es para nada viable!
Concluye nuestro joven: «Rubén concluyó definiéndose como un vago y ratificó: “Hace 21 años que estoy de vago y no me da vergüenza. Me enseñaron que vergüenza es robar y no traer nada para la casa. Y yo no le robo nada a nadie”». En el sistema operativo tercermundista evidentemente ¡no está incluido el respeto al erario!
(Volvemos a la narración de mayo 2021)
Y efectivamente como previmos, la inflación está empezando a subir [V.]; aún están a tiempo de enmendar este camino, pero me temo que no lo harán.
Números tan dispares de plazas abiertas vs. empleos tomados se reflejan en la dificultad que tienen empresas en llenar plazas: muchas cierran o sólo funcionan parcialmente porque no hallan quién trabaje, y eso tiene otro efecto pernicioso: deteriora la moral de quienes sí acuden a trabajar, que ven que a los más…, um, reticentes (vagos) les ofrecen más beneficios para acudir que a ellos que ya venían asistiendo; y si pidieran un aumento, la caída de productividad y consumo en la que se encuentran laborando lo vuelve muy difícil, como veremos en unas viñetas a continuación:
(el texto continúa después de las imágenes)
ACTUALIZACIÓN A ENERO 2024: Un artículo adicional de Infobae (¡Argentina es la meca de los planeros!) muestra cómo un simple cálculo económico al alcance de cualquier planero, disuade de trabajar.
Quejándose en medio de una marcha, «Nos quieren mandar a trabajar a la calle y no es justo, porque toda la vida vivimos trabajando de esto. La plata no alcanza para nada, los planes sociales los están cerrando. ¿Qué quieren, que trabajemos de 8 de la mañana a 5 de la tarde por la misma plata que nos pagan? Nos quieren mandar a trabajar a la calle y no es justo, porque toda la vida vivimos trabajando de esto».
La reacción inicial sería de sorpresa ante su desparpajo; pero yendo más allá, no le falta razón. Gana ~$150 al mes cobrando un plan social; eso era más o menos el salario mínimo en Argentina en ese momento (y casualmente poco más de lo que gana alguien en Ecuador en promedio, en empleo no pleno y subempleo). ¿Para qué iba a deslomarse trabajando 160 horas al mes, por el mismo dinero? ¡El plan ha hecho que su trabajo no valga nada, valga marginalmente $0! He ahí cómo un plan social desincentiva trabajar.
No deja de ser irónico como llama “trabajo” a cobrar un plan social; mas después de todo, es su medio de vida. Pero qué mal que sea su modo de vida, algo que debería ser solamente temporal —para capear desempleo— y basado en su ahorro personal, como hemos dicho antes, y no en la generosidad del político con el bolsillo del contribuyente.
Por supuesto el lumpen no ve la relación de su plan social con la creciente e indetenible inflación, que hace que «la plata no alcance para nada». He ahí una labor de las élites intelectuales y económicas, hacer una urgente pedagogía para que relacionen una con otra.